La Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de culpa original, terminado el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial y fue ensalzada por el Señor como Reina universal con el fin de asemejarse de forma más plena a su Hijo.
María «fue preservada, por particular gracia y privilegio de Dios todopoderoso, inmune de toda mancha de pecado original» (Ineffabilis Deus, beato Pío IX, 1854).
Nuestro Señor desea fervientemente la propagación del culto y la devoción al Inmaculado Corazón de María, porque este Corazón es el imán que atrae las almas a Él, es el hogar que irradia sobre la tierra los rayos de la luz y el amor de Nuestro Señor, la fuente inagotable que hace brotar en la tierra el agua viva de su misericordia.
Padre Nuestro, 10 Ave Marías (meditando el misterio) y Gloria
"Oh, Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, y lleva al cielo todas las almas, especialmente aquellas que más necesitan de tu misericordia".