«La atmósfera sobrenatural que nos envolvía era tan intensa, que casi no nos dábamos cuenta de nuestra propia existencia, por un largo espacio de tiempo, permaneciendo en la posición que nos había dejado [el ángel], repitiendo siempre la misma oración. La presencia de Dios se sentía tan intensa e íntima, que ni entre nosotros mismos nos atrevíamos a hablar. Al día siguiente todavía sentíamos el alma envuelta en esa atmósfera que solamente iba desapareciendo muy lentamente».
«La paz y la alegría que experimentamos eran grandes, pero sólo interiores, nuestras almas estaban completamente concentradas en Dios. La fatiga física que nos ocasionó fue también grande».
Explica la hermana Lucía con respecto a la aparición del ángel en Cabeço, en la primavera de 1916.
«Estas palabras del ángel se grabaron en nuestro espíritu, como una luz que nos hizo entender quién es Dios, cuánto Él nos ama y desea ser amado por nosotros, el valor del sacrificio, cuánto este le agrada, y cómo, gracias al sacrificio, Dios convierte a los pecadores».
Explica la hermana Lucía con respecto a la aparición del ángel en Cabeço, en el verano de 1916.
«...Nuestra Señora abrió por primera vez las manos comunicándonos una luz tan intensa como un reflejo que de ellas se irradiaba, que nos penetraba en el pecho y en lo más
íntimo del alma, haciéndonos ver a nosotros mismos en Dios que era esa luz, más claramente que nos vemos en el mejor de los espejos».
«La aparición de Nuestra Señora una vez más nos sumergió en lo sobrenatural, pero de una manera mucho más suave. En lugar de ese abatimiento en la presencia divina, que nos postró, incluso físicamente, esta nos dejó una paz, una alegría expansiva que no nos impidió hablar enseguida sobre lo que había sucedido».
Explica la hermana Lucía con respecto a la aparición de Nuestra Señora del 13 de mayo de 1917.
La visión que tuvieron del Inmaculado Corazón "color carne y rodeado como por un tallo de tojo salvaje", estaba vinculada a la misteriosa visión que habían tenido cuando, por segunda vez, Nuestra Señora abrió las manos y les había «comunicado el reflejo de esta inmensa luz» que emanaba de ella. "Me parece que, ese día, el objetivo principal de esta reflexión fue infundir en nosotros un conocimiento y un amor especial por el Inmaculado Corazón de María; como las otras dos veces, había tenido el mismo objetivo, pero en relación con Dios y con el misterio de la Santísima Trinidad. Desde ese día, hemos sentido en nuestros corazones un amor más ardiente por el Inmaculado Corazón de María».
Explica la hermana Lucía con respecto a la aparición de Nuestra Señora del 13 de junio de 1917.
«¡Estábamos como en llamas en esta luz que es Dios y no estábamos ardiendo!... ¡Amo tanto a Dios!... ¡Pero Él está tan triste a causa de tantos pecados!»
Francisco de Fátima.