Cruz
Rezar el santo Rosario
English
Français
Español

Las apariciones  –  La devoción al Inmaculado Corazón de María  –  Hacer sacrificios  –  Presencia de Dios  –  Los 2 medios para salvarse

 Los dos medios para salvar al mundo.

El 26 de diciembre de 1957, el padre Agustín Fuentes, padre mexicano que se preparaba para ser el postulador de las causas de beatificación de Francisco y de Jacinta, tuvo el privilegio de hablar largamente con Lucía de Fátima.


El 22 de mayo de 1958, luego de haber vuelto a México, durante una conferencia en la casa matriz de las hermanas misioneras del Sagrado Corazón y de Nuestra Señora de Guadalupe, el padre Fuentes contó lo que Lucía le había confiado.


«Quisiera contarles solamente la última conversación que tuve con ella, el 26 de diciembre del año pasado. La encontré en su convento, en Coimbra, Portugal, muy triste, pálida y demacrada. Ella me dijo:


Padre, la Santísima Virgen está muy triste, porque nadie hace caso a su mensaje, ni los buenos ni los malos. Los buenos, continúan su camino, pero sin dar ninguna importancia al mensaje. Los malos, porque no viendo el castigo de Dios actualmente sobre ellos a causa de sus pecados, prosiguen también su camino de maldad, sin hacer caso a este mensaje. Pero, créame, padre, Dios va a castigar al mundo, y lo va a castigar de una manera terrible. El castigo del Cielo es inminente.


¿Qué falta, padre, para 1960; y qué sucederá entonces? Será una cosa muy triste para todos; y no una cosa alegre si antes el mundo no hace oración y penitencia. No puedo detallar más, ya que es aún un secreto. Solamente el Santo Padre y el obispo de Leiría podrían conocerlo, de acuerdo a la voluntad de la Santísima Virgen, pero no quisieron hacerlo para no ser influenciados. Lucía habla de la tercera parte del secreto, aún no revelada en ese momento.


Dígales, padre, que la Santísima Virgen, repetidas veces, tanto a mis primos Francisco y Jacinta como a mí, nos dijo: Que muchas naciones de la tierra desaparecerán sobre la faz de la misma, que Rusia sería el instrumento del castigo del Cielo para todo el mundo, si antes no alcanzamos la conversión de esa pobre nación.


Padre, el demonio está librando una batalla decisiva con la Virgen; y como sabe qué es lo que más ofende a Dios y lo que, en menos tiempo, le hará ganar mayor número de almas, está tratando de ganar a las almas consagradas a Dios, ya que de esta manera también deja el campo de las almas desamparado, y más fácilmente se apodera de ellas.


Dígales también, padre, que mis primos Francisco y Jacinta se sacrificaron, porque en todas las apariciones de la Santísima Virgen María, siempre la vieron muy triste. Ella nunca nos sonrió y esa tristeza, esa angustia que notamos en ella, causada por las ofensas a Dios y los castigos que amenazan a los pecadores, penetró nuestras almas. Nosotros no sabíamos qué inventar en nuestra pequeña imaginación infantil como medios para rezar y hacer sacrificios. La otra cosa que santificó a mis primos fue la visión del infierno. Es por ello que, padre, mi misión no es indicar al mundo los castigos materiales que ciertamente vendrán si el mundo, antes, no reza y hace penitencia. No. Mi misión es indicar a todos el peligro inminente en que estamos de perder nuestras almas por toda la eternidad si permanecemos obstinados en el pecado.


No debemos esperar un llamado al mundo que venga de Roma, de parte del Santo Padre, para hacer penitencia; no debemos esperar tampoco que el llamado a penitencia venga de los obispos de nuestras diócesis, ni de las congregaciones religiosas. No. Nuestro Señor ya ha usado muy a menudo esos medios y el mundo no ha prestado atención. Por eso, ahora, es necesario que cada uno de nosotros comience su propia reforma espiritual. Cada persona debe, no solamente salvar su propia alma, sino también ayudar a salvar todas las almas que Dios ha puesto en su camino.


La Santísima Virgen no me dijo que estamos en los últimos tiempos del mundo, pero Ella me lo hizo comprender por tres razones:


La primera razón es porque Ella me dijo que el diablo está empeñado en una batalla decisiva contra la Virgen. Y una batalla decisiva es una batalla final, donde un bando será victorioso y el otro sufrirá la derrota. Por lo tanto, de ahora en adelante debemos elegir el bando. O estamos con Dios o estamos con el diablo. No hay otra posibilidad.


La segunda razón es porque Ella dijo a mis primos y a mi misma, que Dios está dando los últimos remedios al mundo. Estos son: el santo Rosario y la devoción al Inmaculado Corazón de María. Estos son los dos últimos remedios, lo cual significa que no habrá otros.


Y, la tercera razón es porque en los planes de la Divina Providencia, Dios siempre, antes de castigar al mundo, agota todos los otros recursos. Entonces, cuando ve que el mundo no presta atención a pesar de todo, como decimos en nuestra imperfecta manera de hablar, Él nos ofrece con una "cierta inquietud" el último medio de salvación, su Santísima Madre. Y es con una cierta

Rosario


inquietud, porque si nosotros despreciamos y rechazamos estos últimos medios, no tendremos ningún otro perdón del Cielo, porque habremos cometido un pecado que el evangelio llama "el pecado contra el Espíritu Santo". Ese pecado consiste en rechazar abiertamente, con todo conocimiento y consentimiento, la salvación que Él ofrece. Recordemos que Jesucristo es un muy buen Hijo, y que Él no permite que ofendamos y despreciemos a su Santísima Madre. Debemos tener en cuenta, que a través de muchos siglos de la historia de la Iglesia, los obvios testimonios demuestran, por los castigos terribles que han acontecido a aquellos que han atacado el honor de su Santísima Madre, cómo Nuestro Señor Jesucristo siempre ha defendido el honor de Su Madre.


Hay dos medios para salvar al mundo: la oración y el sacrificio». Respecto al santo Rosario, la hermana Lucía dijo al padre Fuentes: «Mire, padre, la Santísima Virgen, en estos últimos tiempos en los que vivimos, ha dado una nueva eficacia al rezo del Rosario. Ella ha dado esa eficacia hasta tal punto, que no hay ningún problema, ni cuestión por difícil que sea, tanto temporal o sobre todo espiritual, en la vida personal de cada uno de nosotros, de nuestras familias, de las familias del mundo, o de las comunidades religiosas, o incluso de la vida de los pueblos y de las naciones, que no pueda ser resuelto por el Rosario. No hay problema, le digo, ni asunto por difícil que sea, que nosotros no podamos resolver con el rezo del santo Rosario. Con el santo Rosario nos salvaremos. Nos santificaremos. Consolaremos a Nuestro Señor y obtendremos la salvación de muchas almas.


Finalmente, la devoción al Inmaculado Corazón de María, nuestra Santísima Madre, consiste en considerarla como la sede de la misericordia, de la bondad y del perdón, y la puerta cierta por la cual entraremos al Cielo».


Oración y sacrificio
Volver
Arriba