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Rezar el santo Rosario
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Las apariciones hasta el gran milagro del 13 de octubre de 1917 inclusive

13 de septiembre de 1917.

«A algunos los curaré, a otros no, porque Nuestro Señor no se fía de ellos».


12La sexta aparición de Nuestra Señora (quinta a los pastorcitos).


«Al aproximarse la hora, fui allí con Jacinta y Francisco, entre numerosas personas que apenas nos dejaban andar. Los caminos estaban apiñados de gente. Todos nos querían ver y hablar. Allí no había respetos humanos. Numerosas personas, y hasta señoras y caballeros, consiguiendo romper por entre la multitud que alrededor nuestro se apiñaba, venían a postrarse de rodillas delante de nosotros, pidiéndonos que presentásemos a Nuestra Señora sus necesidades.


Otros no consiguiendo llegar hasta nosotros, clamaban desde lejos:
– "¡Por el amor de Dios! ¡Pidan a Nuestra Señora que me cure a mi hijo inválido!"
– "¡Que me cure el mío, que es ciego!"
– "¡El mío, que está sordo!"
– "¡Que me devuelva a mi marido...!"
– "¡...a mi hijo, que está en la guerra!"
– "¡Que convierta a un pecador!"
– "¡Que me dé la salud, que estoy tuberculoso!", etc, etc.
Allí aparecían todas las miserias de la pobre humanidad. Y algunos gritaban desde lo alto de los árboles y paredes, donde se subían con el fin de vernos pasar.


Diciendo a unos que sí, y dando la mano a otros para ayudarles a levantarse del polvo de la tierra, ahí íbamos andando gracias a algunos caballeros que nos iban abriendo el paso por entre la multitud.


Cuando ahora leo en el Nuevo Testamento esas escenas tan encantadoras del paso del Señor por Palestina, recuerdo éstas que, tan niña todavía el Señor me hizo presenciar en esos pobres caminos y carreteras de Aljustrel a Fátima y a Cova de Iría. Y doy gracias a Dios, ofreciéndole la fe de nuestro buen pueblo portugués.


Llegamos por fin a Cova de Iría, junto a la encina, y comenzamos a rezar el Rosario con el pueblo.


Al mediodía, cuenta un testigo, el silencio se establece en la multitud. No escuchábamos más que el murmuro de los rezos. De repente, se escuchan gritos de alegría, los brazos se levantan y señalan el cielo.


"¡Miren! ¿No ven?"


Con gran sorpresa, vi entonces claramente, un globo luminoso desplazándose del naciente al poniente, y deslizándose lenta y majestuosamente en el espacio. De repente, el globo con su extraordinaria luz, desapareció de nuestra vista. Cerca de nosotros se encontraba una niña, vestida como Lucía, de más o menos la misma edad. Muy contenta, ella sigue gritando:


¡Todavía la veo... Todavía la veo... Ahora desciende!


Se dirigía en efecto hacia la encina de la aparición. Entonces, el brillo del sol disminuye, la atmósfera se vuelve amarilla oro, como las veces anteriores. La luz del día bajó tanto que ciertas personas dijeron haber distinguido las estrellas en el cielo.


– ¿Qué es lo que Usted quiere de mí?


– Continúen rezando el Rosario, para alcanzar el fin de la guerra. En octubre vendrá también Nuestro Señor, Nuestra Señora de los Dolores y del Carmen y San José con el Niño Jesús para bendecir al mundo.


Dios está contento con sus sacrificios pero no quiere que duerman con la cuerda, llévenla sólo durante el día.


– Hay aquí una pequeña, que es sordo-muda, ¿Usted no desearía curarla?


– Durante el curso del año, mejorará.


– Yo tengo muchos otros pedidos, algunos de ellos pidiendo una conversión y otros pidiendo una curación.


– Sí, a algunos los curaré, a otros no, porque Nuestro Señor no se fía de ellos.


– El pueblo quisiera tener aquí una capilla.


– Con la mitad del dinero recibido hasta hoy, hagan dos andas de procesión y llévenlas a la fiesta de Nuestra Señora del Rosario; la otra mitad que sea para ayudar a la construcción de la capilla.


Fátima - La aparición del 13 de septiembre de 1917


Lucía presentó entonces dos cartas y una pequeña botella de agua perfumada que le había dado un hombre de la parroquia de Olival. Al ofrecércelas a Nuestra Señora, ella dijo:


– Me dieron esto. ¿Usted las quiere?


– Eso no es adecuado para el Cielo.


– Dicen que yo soy una mentirosa, que merecería ser colgada o quemada. ¡Haga un milagro, para que todos crean!


– En octubre haré el milagro, para que todos crean.


Nuestra Señora comienza a elevarse, desapareciendo como de costumbre.


– Si quieren verla, ¡miren para allá!»


La multitud vio entonces el globo luminoso, de forma oval, despegar y alejarse de la Cova da Iria en dirección al oriente.


«Los pastorcitos, escribió Monseñor Quaresma, vieron a la Madre de Dios. A nosotros, se nos dió la posibilidad de ver el vehículo que la había transportado del Cielo a la tierra inhóspita de la Sierra de Aire».


Bibliografía


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