Disponed de un tiempo para el Señor todos los días. No dejéis que esta flor que es la oración se marchite, regadla constantemente. La oración aclara la mente, fortalece el espíritu y abre el corazón. ¡Qué valor tiene para el Señor la oración, no lo imagináis hijos míos, por eso os pido tanta oración! (María del Rosario de San Nicolás, 1985 y 1988).
Rezar con amor, que el amor a Dios nunca deje de crecer en vuestros corazones. Dios se detiene en cada hijo, según su necesidad y el amor que siente ese hijo hacia Él. Ninguna súplica hecha con amor quedará desoída. La oración nos estimula en el amor a Dios. Es el amor el que impulsa a nuestra Madre hacia sus hijos y es el amor de sus hijos hacia el Señor, el que hará que nuestra Madre, implore al Señor por ellos. “…El amor perfecto elimina el temor, porque el temor supone un castigo, y el que teme no ha llegado a la plenitud del amor” (1 Jn. 4, 18).
Rezar con fervor, con entusiasmo.
Rezar en estado de gracia o, al menos, tener la voluntad e intención de salir del pecado.“No cabe la alabanza en labios del pecador” (Eclesiástico 15, 9).
Rezar con gran atención y respeto: Dios oye más la oración del corazón que la de los labios. Evitar distracciones voluntarias. “El Señor ha dicho: Este pueblo se acerca a mí con la boca y me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí” (Isaías 29, 13). Procurar siempre desechar las distracciones lo mejor posible tan pronto como nos demos cuenta de ellas, y el Rosario será mucho mejor. Porque es más meritorio. Y será más meritorio cuanto más difícil. “El que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho” (Lc. 16, 10).
Colocarse en presencia de Dios, pensando que Él y su santísima Madre te están mirando, que tu ángel de la guarda está a tu derecha recogiendo tus avemarías bien dichas como tantas rosas para tejer con ellas una corona a Jesús y a María.
Rezar con devoción, es decir, con un sentimiento y actitud de profunda veneración. Es la oración profunda, la inmediata comunicación con el Señor y con María. Cuando busquéis a Dios no lo busquéis en la superficie, buscadlo profundamente muy hondo en vuestro corazón.
Meditar cada misterio. Los distintos misterios del Santo Rosario son motivos más que suficientes para la meditación. En cada uno de ellos, podemos valorar la maravillosa intervención del Todopoderoso en la vida de su Hijo y de la Madre de su Hijo. Debemos guardar en nuestro corazón, lo que el Señor, quiere dejarnos en cada mensaje.
Pedir por algo o por alguien: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá” (Mt. 7, 7). “Hasta ahora no habéis pedido nada en mi Nombre. Pedid y recibiréis” (Jn. 16, 24). La oración es el canal de la gracia de Dios.
Evitar no tener otra intención que la de acabarlo pronto. Detener la natural precipitación al rezarlo.
Rezar el santo Rosario con modestia, es decir en cuanto posible, de rodillas, con las manos juntas y el Rosario entre ellas. Sin embargo, en caso de enfermedad, se puede rezar acostado. De viaje, se puede rezar caminando, sentado o de pie. Se puede rezar haciendo un trabajo manual.
Hacer bendecir el Rosario tiene mucho valor; tanto como la oración misma. Estando bendecido el Rosario con que se reza, la oración se convierte en una súplica de amor al Señor y El, a su vez, vuelca en ese hijo que ora, su bendición. Por eso es tan importante, tener el Rosario entre las manos mientras se reza.
No interrumpir. La oración al Señor no debe ser interrumpida.
Rezar el Rosario, en la medida de lo posible, en comunidad o en familia. La oración de cada persona adquiere el mérito de todas las personas que participan.
Rezar el Rosario con fe: “Todo cuanto pediréis, creed que lo recibiréis” (Mc. 11, 24).
Rezar el Rosario con humildad, confesándose como pecador o implorando perdón: “Ten piedad de mí, que soy un pecador” (Lc. 18, 13).
Evitar cuidadosamente correr en busca de lo extraordinario y pedir o siquiera desear conocimientos excepcionales, visiones, revelaciones y gracias extraordinarias que Dios comunica a veces a algunos santos durante la recitación del Rosario.
No omitir nunca la menor parte del Rosario en las sequedades, desalientos y decaimientos interiores. Sería señal de orgullo e infidelidad.
Prolongar la recitación del Rosario precisamente cuando más te cueste rezarlo: “En medio de la angustia, él oraba más intensamente” (Lc. 22, 44).
Rezar con total confianza. Con una confianza fundada en la bondad y generosidad de Dios y en las promesas de Jesús y María. Dios es fuente de agua viva que corre incesantemente en el corazón de los que oran. La confianza en Dios se demuestra abandonándose totalmente en El. Bienaventurado aquel que se cobija en el Señor. “¡Bendito el hombre que confía en el Señor y en Él tiene puesta su confianza!” (Jeremías 17, 7). "Yo pongo en Sión una piedra angular, elegida y preciosa: el que deposita su confianza en ella, no será confundido” (1 Pedro 2, 6).
Rezar con perseverancia. Sólo el que se mantiene firme y constante en pedir, buscar y llamar recibirá, encontrará y entrará. No basta pedir a Dios una gracia durante un mes, un año, diez o veinte; nunca debes cansarte. Las obras se ven por la perseverancia. “Alégrense en la esperanza, sean pacientes en la tribulación y perseverantes en la oración” (Romanos 12, 12).
Rezarlo todos los días. Velad y orad. El hombre es débil. La tentación, próxima y continua. Y, si no oras siempre, caerás en ella. “Por lo tanto, quiero que los hombres oren constantemente, levantando las manos al cielo con recta intención, sin arrebatos ni discusiones” (1 Tim. 2, 8). “Oren sin cesar” (1 Tesalonicenses 5, 17). La Santísima Virgen pide rezarlo todos los días (a santo Domingo en Prouilhe, Francia en 1208; en Fátima, Portugal en 1917; en San Nicolás, Argentina en 1984; y en muchas otras apariciones).
Complementar la oración con lecturas bíblicas, de santos y la participación diaria en la santa Eucaristía.
Orad que es la hora de oración, orad para salvar el alma, orad y os purificaréis.
Orando, se aleja al maligno, orando se llega a Dios, orando se salvan las almas.
El santo Rosario es el arma a la cual le teme el enemigo, es también el refugio de los que buscan alivio a sus pesares y es la puerta para entrar en el corazón de María.
La oración, el rezo del santo Rosario, puede cambiar el corazón de los hombres; Dios espera un pueblo orante; Dios espera de los hombres, el arrepentimiento, el ansia de ser nuevos.
Con el rezo del santo Rosario lograréis renovar el espíritu, a través de la oración sentiréis la compañía María y sobre todo la de Cristo Jesús, redentor y salvador del mundo.
Es necesario rezar el santo Rosario, ya que las oraciones que lo componen ayudan a meditar. En el Padre Nuestro, os ponéis en las manos del Señor pidiendo ayuda. En el Avemaría, aprendéis a conocer a vuestra Madre, humilde intercesora de sus hijos ante el Señor. Y en el Gloria, glorificáis a la Santísima Trinidad, divina fuente de gracias.
Orando se nace a la fe,
se crece en la esperanza
y se vive en la verdad.
Gloria a Dios eternamente.
Fuentes:
El secreto admirable del Santísimo Rosario, San Luis María Grignion de Montfort
(Números 116 al 146).
Mensajes de María del Rosario de San Nicolás, San Nicolás de los Arroyos, provincia de Buenos Aires, Argentina, de 1983 a 1990.