«Yo soy el Ángel de Portugal».
«La segunda aparición debió haber tenido lugar en pleno verano, durante los días de gran calor, por lo que nosotros volvíamos con el rebaño a media mañana, para salir nuevamente recién a la tardecita.
Pasábamos nosotros entonces el tiempo de la siesta a la sombra de los árboles que rodeaban los pozos, que tenía mi padre en la huerta, lugar al que llamábamos "Arneiro". Estábamos jugando. De repente vimos junto a nosotros la misma figura del ángel. Él nos dijo:
– ¿Qué hacen? Recen, recen mucho. Los Santísimos Corazones de Jesús y de María tienen sobre ustedes designios de misericordia. Ofrezcan constantemente al Altísimo oraciones y sacrificios.
– ¿Cómo debemos sacrificarnos? – le pregunté.
– En todo lo que puedan, ofrezcan a Dios un sacrificio como acto de reparación por los pecados por los que Él es ofendido y en súplica por la conversión de los pecadores. De esta forma ustedes traerán la paz a su país, yo soy su ángel guardián, el Ángel de Portugal. Además, acepten y soporten, con paciencia, los sufrimientos que el Señor les envie.
Estas palabras del ángel se gravaron en nuestro espíritu, como una luz que nos hizo entender quién es Dios, cuánto Él nos ama y desea ser amado por nosotros, el valor del sacrificio, cuánto este le agrada, y cómo, gracias al sacrificio, Dios convierte a los pecadores».
El Poço do Arneiro hoy.